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First

Son tantas las cuestiones a definir que no puedo más que hacer una definición de lo que principalmente abarca la estructura que he compuesto y que intento establecer.  Son muchos lo puntos desde los que nos llega la típica información de autoayuda: como ser feliz y no caer en el intento.  Las reglas básicas son:  no mirar hacia atrás, disfrutar y vivir con intensidad el presente y no planear el futuro, dejar que llegue.  
En principio parece fácil, al menos la idea está muy clara, pero realizarlo me resulta imposible: el pasado me corroe, me oxida, no lo digiero; el presente se me escapa de las manos entre horas fuera de casa, obligaciones mal cumplidas y momentos agradables que ya me pillan cansadísima; y el futuro es tan inminente que es imposible no tener organizado lo más mínimo, los primeros auxilios del futuro, es como lo llamaría yo.

El día tiene 24 horas, al menos 7 u 8 son para dormir si quiere uno funcionar al día siguiente.  Trece horas fuera de casa, ya van 20 o 21, quedan 3 que se reparten entre principio y final del día y que suponen el poco rato que comparto con mi familia en el desayuno y la cena.

Durante el fin de semana se concluyen el resto de obligaciones y quehaceres que no se completaron durante la semana laboral:  compras, arreglo de la casa, cocinar, organizar la semana (futuro inminente), descansar y realizar actividades placenteras.  Estas últimas son las que normalmente se suspenden si se quiere llevar todo de forma organizada o, en días menos organizados, si surge algún evento familiar ineludible y se lleva más de la mitad de una jornada del finde.

Es una constante sensación de desasosiego por los asuntos pendientes, de súplica para que no surjan imprevistos que requieran mi atención y, sobre todo, de insatisfacción personal por no tener la habilidad de coparlo todo; también de infelicidad, por falta de tiempo que poder derrochar, para no hacer nada o simplemente para poder proponer cualquier actividad extraordinaria sin la mala conciencia que dicta lo pendiente.

Si esto lo intentara resolver alguien muy elocuente, diría, con toda la razón, que no asuma más responsabilidades de las que soy capaz de atender.  Lo cierto es que aunque no asumiera tantas tareas, tampoco tendría quien las completara por mi, ya que eso conllevaría tener que renunciar a pequeños caprichos que mantengo pero que tampoco tengo tiempo de disfrutar.  Que absurdo.

Mi estado de ánimo actual se podría definir como feliz insatisfacción (o insatisfecha felicidad?) con pinceladas de mejora personal frustradas.  De esta vivencia deduzco que la vida se le va a uno buscando la mejora personal, social, laboral, familiar…etc., en fin, no lo sé, pero maldita sea.  

De los demás no exijo ni por asomo este tipo de absurdas mejoras colaterales, me conformo con la sencillez, refinada si es posible, la naturalidad (no ordinaria) y, si cabe, una entrega a la armonía y buenas vibraciones.

Por necesidad, que no por astucia, y quizá sumando algún componente de madurez, voy llegando a conclusiones algo drásticas y poco convencionales en esta sociedad conservadora y prieta que obliga y no deja respirar al individuo por el hecho de serlo, pero a la vez, llego a conclusiones prácticas que alivian esa mochila que se lleva cargada encima.  No alivia la insatisfacción que genera el funcionamiento de los que nos rodean, pero como hemos oído muchas veces en esos manuales de supervivencia: “si no te preocupas tú de ti, ¿quién esperas que lo haga?”  

Lo más duro es llevar a la práctica esas conclusiones que forman parte de mi supervivencia.  Compromisos que no me llenan y que no satisfacen a nadie, a ninguna de las partes presuntamente comprometidas.  He llegado a la conclusión de que una vez que se es consciente de la inexistencia de química, es innecesario forzar situaciones, esto consume mucha energía y ofrece desazón.  Tenemos poco tiempo para casi nada y perderlo equivaldría a tirar billetes a una papelera.  No se debe cerrar la puerta a nadie, más que nada por una cuestión ética y moral, pero dejar que las cosas fluyan y que quien quiera de ti venga a pedirlo, ni siquiera con humildad, sino con naturalidad y santas pascuas, oiga.

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