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24m 2015

Este pasado domingo se han celebrado las elecciones autonómicas y municipales en nuestro país.  Al acecho, una fuerte amenaza para el bipartidismo que vienen alternando PSOE y PP desde hace años; los culpables, nuevas formaciones frescas que han entrado con fuerza y que han supuesto un respiro para todos aquellos votantes disgustados con los dos "grandes".  

Las nuevas formaciones se sitúan a ambos lados del bipartito: un moderado centro-derecha muy actual, joven y dinámico, sin condicionantes religiosos o morales; y otra, una izquierda también joven, osada y peleona con proyectos de renovación social y económica importantes.  

En el camino han caído algunos, ya heridos e históricamente pequeños y dispersos, que definitivamente han perdido la posición ocupada en anteriores comicios.  Ahora les toca enmendar e innovar para hacerse un nuevo hueco en el futuro panel electoral.

En Madrid la polémica está servida: dos candidatas, mujeres maduras y de sectores muy dispares para la alcaldía que, todo apunta, se va a renovar en coalición.

De las 20 ciudades más pobladas de nuestra piel de toro, 15 van a ser gobernadas por la izquierda, la mayoría en coalición.  Un significativo dato, tiempos de cambio, tiempos de renovación.

Ayer, el día de después, salí a dar un paseo por el barrio de Chamberí.  Escuché diferentes conversaciones de gente con la que coincidí en la acera, en el semáforo o en la administración de lotería y me dejó asombrada lo asustado de algunos y lo falaz de otros.  Me hizo mucha gracia tanto miedo a la izquierda, cierto es que mis fugaces referencias provienen de un barrio capitalista muy conservador.  Nada más lejos que ser pérfida, aunque reconozco que me gustó verles preocupados, considero que es lo justo después de años de favoritismos, de desahucios,  de reformas laborales, de corrupción, de impuestos excesivos, de suprimir becas, de apretar y apretar las tuercas sin ofrecer sacrificio alguno.  En realidad su sacrificio ha sido el número perfecto de votos perdidos que les han arrebatado sus insolentes mayorías y, como un regalo, se han repartido entre otras formaciones.


Aquí lo explica de otra forma muy veraz Iñaki Gabilondo: http://elpais.com/elpais/2015/05/25/videos/1432537197_125699.html?rel=vid

Palmira, la capital de la reina Zenobia

Palmira, la milenaria ciudad siria que acaba de caer en las garras del Estado Islámico.

Leyendo una noticia actual a cerca de la destrucción de los restos de la ciudadela del oasis de Palmira a manos de fanáticos islámicos en lucha con el ejercito sirio, he llegado a este reportaje del National Geografic.  Bonito e interesante, he optado por ver y saber de Palmira desde mucho antes de su actual destrucción.


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Típico y tópico

Me he dado cuenta de que me miraba, descarado, quería que lo notara.  Que gracia, a estas alturas, a menos de un mes de mis cincuenta...

A pesar de que voy cuidadosamente maquillada, el pelo brillante y sedoso, recién teñido, no creo que fuera debido tanto a una cuestión de belleza como por mi expresión relajada y feliz.  Hoy en la cara llevaba plasmado mi espíritu y él lo ha notado.  


Salimos del vagón caminando hacia la siguiente conexión; él detrás mío.  

Adelanta con paso ligero una mujer joven, bajita, delgada, ágil, con formas y con un pantalón suelto, muy fino, liviano, que marca sus glúteos, imagino que ataviados únicamente por un tanga.  

No he podido evitar sonreír al verla, me hago a un lado al tiempo que aminoro el paso; quiero confirmar lo que imagino y, le he visto, la mirada fija en el culo de la joven, su paso acelerado, intentando alcanzarla inconscientemente.  

Típico y tópico.  Divertido y sencillo de vaticinar.


Qué distinto este comienzo del día a otros monótonos o aburridos, o a aquel en el que algo parecía poder ir mal, había que comprobar, no vaya a ser…

Hoy se han disipado las dudas de aquel y todo vuelve a ser fabulosamente cotidiano. Un alivio.

7 de mayo

Un día normal, ninguna fecha señalada, tiempo agradable para ser mayo, el mismo recorrido de todos los días desde hace años.

En el coche, camino del tren, dos animales muertos en puntos distintos de la carretera, mala suerte, espero que no los pisen.

En el primer transbordo algo inusual, sólo se abren las puertas del último vagón, el resto quedan bloqueadas.  El tren continúa su marcha y las caras de la gente que se ha quedado dentro me hacen reír, no tiene gracia, pero no puedo evitarlo.

En el andén de mi siguiente conexión, revuelo, el ruido habitual hoy es diferente.  Veo un grupo de gente acompañando a una mujer que se sienta en un banco con la cara golpeada y sangrando, le dan kleenex y ella limpia unos documentos que se le han manchado.  Las personas del interior del tren miran hacia ella.

En el trayecto hacia mi destino, el tren se para en una estación y el conductor explica por megafonía que una mujer ha sufrido un desmayo y, por tanto, no puede continuar hasta que venga una ambulancia a atenderla.  Salgo del andén con intención de seguir a pie.

Veo al conductor que avanza buscando el vagón de la afectada.  Una mujer le increpa que hace mucho calor en los vagones, él se excusa, lleva el aire acondicionado puesto, no está en su mano.  Yo también avanzo hacia la cola del tren donde está la salida.  Veo a la muchacha tumbada, tiene los ojos abiertos, está consciente, le han puesto una almohada improvisada con chaquetas, una mujer la sujeta y un hombre le mantiene las piernas en alto.  Todo parece controlado, la gente funciona, es un alivio.  

Pero hay algo que no encaja y que me hace sentir algo fuerte en el estómago.  Creo que son las caras de enojo, de indolencia, miradas sin horizonte debido al paréntesis en lo cotidiano.  ¿Es que a nadie se le ocurre despejar el área entorno a la muchacha?

Llevo todo el día con la imagen grabada en mi memoria de todos esos gestos fastidiosos mirando a la pobre muchacha que parece un frágil papelito en el suelo del vagón.  

Todo en un mismo día, en un puñado de minutos.  Posiblemente hoy me vuelva caminando.

Redes sociales

Las considero un arma de doble filo y además puedo basarlo en experiencias cercanas a mi entorno.  

Los puntos favorables, que son muchos, las sitúan como herramientas de comunicación ágil y dinámica; en un golpe de click contamos situaciones, ideas y experiencias; mostramos o vemos fotografías y vídeos de quienes viven lejos; nos solidarizamos con la última noticia, injusticia o alegría del día; en conclusión optimizamos nuestro tiempo.  Me encanta ver cómo crecen las hijas de mi amiga que vive en Méjico, así como conocer la opinión de mi amigo acerca de la crisis económica en Edimburgo, también ver las fotografías del último viaje de mi primo.


Por otro lado considero desfavorable y peligroso el estigma que se genera en torno al número de amigos, la cantidad de comentarios y los “likes” que se reciben al día.  


Conozco personas que consideran las redes como una herramienta de acercamiento hacia aquellos que aprecian o con quienes quisieran estar, pero realmente lo que disfrazan es una imposibilidad de mantener una comunicación saludable de tu a tu.  A través de la red social todo es más informal, menos personal, menos vinculante.


Todos conocemos a alguien que escribe mil veces al día en su red social, ninguna materia sustanciosa al cabo, quizá una foto, quizá un artículo de periódico, un pequeño diario de su día a día.  Analizándolo un poco, ese sujeto está reclamando el trocito de atención con el que se conformará para satisfacer sus necesidades mínimas de afecto.  


La frustración y el desamparo son los sentimientos a los que se llega tras un día de baja actividad en el muro.  Lo demás irá llegando para convertirse en un círculo monótono y obsesivo.